miércoles, 22 de diciembre de 2010

Háblame de los demás y me contarás de tí

De forma casi constante nuestra comunicación incluye referencias a los demás: hablamos más de otras personas que de nosotros mismos. Pero paradójicamente, parece que eso comunicase más de nosotros que de los demás.

¿Por qué? Cuando hablamos, comunicamos hechos objetivos, datos, interpretaciones de los datos, elucubraciones acerca de los motivos y pensamientos de los demás, etc. Pero habitualmente los hechos objetivos y los datos son una parte ínfima de la comunicación. Parece que alguna fuerza nos impulsase para transmitir nuestras interpretaciones y suposiciones más que los hechos que las respaldan.

¿Cómo podemos atribuir una intencionalidad a una persona en base a sus actos? Obviamente porque ya hemos visto antes que alguien ha actuado así cuando tenía esa intención. Puesto que es de nuestras propias conducas de las que tenemos un mayor repertorio y además tenemos las intenciones asociadas a las mismas (de primera mano, aunque a veces distorsionadas), es fácil deducir que la mayor cantidad de referencias acerca de las intenciones asociadas a las conductas provienen de nosotros mismos. A medida que vamos obteniendo confirmaciones (reales o supuestas) de estar en lo cierto, iremos agregando esas confirmaciones al repertorio original. Y del mismo modo, cada vez nos resulta más natural obrar del modo en que nos marca nuestro estereotipo cuando tenemos ciertas intenciones, deseos o emociones.

Por otra parte, estas interpretaciones sólo tienen cierto rango de posibilidades: los conceptos que tenemos dentro de nuestra mente. Si, por ejemplo, hablamos del tamaño de una caja, podríamos decir que es pequeña, mediana, grande, etc. Pero si hemos trabajado en un almacén donde clasificamos cajas, es probable que digamos talla X o talla Y. En este caso, al hablar con otra persona que no haya utilizado la clasificación por tallas, es probable que nos pregunte ¿Pero la talla X es grande o pequeña? Son sus conceptos, con los cuales se maneja por el mundo. Y nosotros le podríamos responder: no sé si con grande te refieres a si cabe en un bolsillo o en un contenedor. Las cajas de cerillas son más pequeñas que las de tabaco, así que las de tabaco pueden ser grandes, pero las de tabaco son mucho más pequeñas que las de jamones, así que también son pequeñas.

Así, cuando describimos a una persona, buscamos entre los conceptos que tenemos (no entre los que no tenemos) en función de las conductas o atributos que previamente nosotros hemos asociado a esos conceptos, en gran medida por nuestra propia conducta.

Por tanto, probablemente, el que se queja de las mentiras de los demás, de sus injusticias, el que habla de la bondad de los demás, de su afectuosidad, etc., probablemente nos esté contando más de sí mismo que de la persona a la que se refiere. Si nuestra visión del mundo está deformada, encajaremos todos sus atributos en nuestra deformidad.

El sentido de la vida

La gran pregunta. ¿Qué nos empuja a enfrentarnos a cada nuevo dia? Unas veces con ímpetu, ya que sentimos toda la potencia del universo en nuestro interior, otras veces con miedo, ya que hasta las cosas más simples parecen requerir un esfuerzo faraónico, otras sin más, ya que cada día no parece diferenciarse en exceso de los demás...

En algunas de estas ocasiones (normalmente las más terribles para nosotros) nos preguntamos ¿por qué voy a realizar el esfuerzo por vivir si sólo obtengo insatisfacciones? Y es entonces cuando nos preguntamos con angustia si todo tiene un sentido, si vamos a llegar a algo mejor, por qué vivimos.

Creo que la vida, tal como la conocemos, es una combinación de materia con ciertas características. Hay piedras, agua, aire, montañas, etc. Y una combinación concreta da lugar a cierto tipo de vida (al margen de que esa combinación se produzca por la acción de algún Dios o por mero azar). Una característica de esa combinación es que es automantenida. Es decir, mientras existe el ser vivo, el organismo se modifica, cambia, pero sigue en un equilibrio que mantiene el todo (las personas cambiamos células, nos hacemos heridas, nos salen arrugas, pero seguimos siendo la misma persona).

Desde esta perspectiva, el objetivo de la vida es mantenerse viva. Es decir, el objetivo de un árbol, un gusano, una persona o una bacteria es mantenerse vivo como ente completo. Sorprendentemente, habitualmente no se habla de este objetivo al hablar del sentido de la vida, pero claramente es el primero.

Muchas veces, nos planteamos otros objetivos que con frecuencia ponemos por encima del objetivo primordial (seguir vivos), mantener la especie, la familia, sacrificarnos por la patria, etc. En ocasiones, esos objetivos llenan todo el espacio emocional y nos permiten sentirnos bien con nosotros mismos. Estupendo. En otras ocasiones, no tenemos esos otros objetivos o bien no dan respuesta a nuestras inquietudes. Es posible que el objetivo de seguir vivo tampoco nos dé respuesta, ya que desde cierta perspectiva es indiferente que estemos vivos o no. Yo ahora no sé si hay alguien muriendo en otra ciudad y de hecho el mundo no cambia por esa circunstancia. En cambio, para la persona que muere el mundo sí cambia. De hecho desaparece.

Por tanto, parece que el sentido y el objetivo de la vida es personal para cada uno. Es mi mundo y el de mis allegados el que cambia si yo existo o dejo de existir.

Puestas así las cosas, puedo llevar una vida de sufrimiento constante, una vida de felicidad constante o cualquiera de los puntos intermedios.

Si mi vida no va a cambiar la marcha del universo, no encuentro lógico llevar una vida de sufrimiento. Por otra parte, para el universo tampoco es relevante si llevo una vida de felicidad. Es decir, tanto si yo sufro como si soy feliz, el mundo, más allá de mí mismo, seguirá siendo igual. Por tanto, yo puedo cifrar mis objetivos en alcanzar el mayor nivel de felicidad posible. Al fin y al cabo el mundo seguirá siendo el mismo, pero yo me sentiré bien. Por tanto, entiendo que mi objetivo personal más razonable es seguir estando vivo en el estado de mayor felicidad posible.

Al final, no hay sentido de la vida universal, sino el que yo quiera darle y el único razonable es mantenerme vivo en el mejor estado posible. Por tanto el sentido de la vida (la mía o la de cada uno) es ser feliz.

sábado, 23 de octubre de 2010

La maldad

Las personas contamos con cierto abanico de respuestas ante las situaciones.
las más adaptables pueden desplegar un abanico más amplio y las menos adaptables, tienen un número de alternativas disponibles bastante menor.
Por otra parte, con frecuencia, esas respuestas tienen un sesgo o tendencia en función de la personalidad. Es decir, algunos responderán de forma más agresiva, otros temerosa, otros disfrutarán de nuevas experiencias, otros sentirán frustración, etc.
Sí es habitual que cuando una persona no sepa afrontar una situación difícil, guarde rencor y odio hacia otras personas involucradas en esa situación, y la rabia le domine. Cuando ocurre ésto, probablemente despliegue conductas encaminadas a dañar esas personas a las que culpa. Si esto se reproduce con frecuencia, en muchas situaciones o con mucha intensidad, probablemente el círculo se retroalimente, provocando todavía más el mismo efecto.
Creo que ésto es lo que llamamos maldad, ya que la persona trata de hacer daño a los demás de forma aparentemente gratuita. En realidad no es gratuito, sino que obtiene el beneficio de reafirmar su propia imagen, obtener victorias (grandes o pequeñas), vengar su propio dolor...
Los demás debemos protegernos de estas situaciones. Puede ser como un socorrista, que al tratar de salvar a otra persona de un ahogamiento puede ser fácilmente arrastrado por la propia víctima que trata de rescatar. Así, la persona "malvada", además se ve rechazada en sus intentos de salir a flote, ya que su "salvavidas" elude sus intentos de empujarle hacia el fondo para salir ella de la angustia.
Entonces, vemos que la persona "malvada" actúa provocando nuevas víctimas (sus actos provocan en sus víctimas el mismo proceso de rabia, rencor y odio), pero en realidad su principal víctima (la más dañada) es ella misma. Difícilmente podrá salir del atolladero sin que reconozca que está en él. Y cada vez estará hundida más profundamente. Son las arenas movedizas del mal: atrapan a quienes tienen sentimientos rencorosos, y cuanto más les mueve el rencor, más se hunden.
Si no reconocemos estos efectos, cada uno puede convertirse en un nuevo atrapado por las personas "malvadas". Es posible que inicialmente nos mueva el deseo de revancha, pero si no lo manejamos adecuadamente, probablemente te conviertas en tu principal víctima.
Las personas malas no son malas. Son la primera víctima de una cadena iniciada por no tener unas conductas más beneficiosas para sí mismas.

jueves, 14 de octubre de 2010

Elige un camino

Te encuentras en el camino una bifurcación. No es posible volver atrás y tampoco es posible quedarte sin elegir.
No sabes qué hay por el camino de la izquierda. Un poco más adelante gira rodeando la montaña y no ves dónde va.
Por el camino de la derecha se llega a un campo de trabajo. Una vez te capturan en él, quedas atrapado para toda la vida y tendrás que dedicarte a las tareas que te encomienden.
No parece una perspectiva agradable, pero por el camino de la izquierda no sabes qué te puedes encontrar. Pueden acechar peligros, no sabes si encontrarás alimentos, cobijo. Tal vez estés siempre solo.
En cambio por el de la derecha, sabes que los prisioneros tienen tres comidas al día (siempre que cubran su cuota o tengan un justificante médico para estar exentos). También tienen un jergón para dormir a cubierto. En un cubículo ínfimo, es cierto, pero seco y caliente. Desde la encrucijada se ven los enormes bloques de cubículos.
En el campo de trabajo, todos se levantan con el toque de diana, acuden prestos al desayuno, al puesto asignado, a la comida, al puesto asignado, a la cena, un pequeño descanso (aunque muchos ya no son capaces de relajarse a la hora indicada) y al jergón.
Los prisioneros que más destacan pueden llegar a convertirse en guardianes. Entonces se levantan antes de diana, arrean, arengan y fustigan a los prisioneros y se van a dormir cuando ya todos están en sus jergones. A cambio obtienen un cubículo más amplio y la mejor comida.
Los que más destacan se pueden llegar a convertir en gerentes. Se les distingue porque andan permanentemente corriendo de un lado para otro con sus papeles en la mano. Nadie sabe bien para qué hacen falta, pero ahí están. Su ropa es de primera calidad, no tienen cubículos, sino barracones personales y la comida se la preparan los cocineros expresamente. Cuando corretean por el campo, miran con desdén a los prisioneros. En su mirada se lee: "Dios no quiera que un día esté como ellos. Yo soy mejor". Es una mirada de terror, por lo que es fácil suponer que corren el riesgo de terminar así.
En cambio por el camino de la izquierda podría pasar cualquier cosa. Desde el campo de trabajo unos miran a la bifurcación con melancolía y otros con pavor.
Tú no sabes qué te encontrarás por el camino de la izquierda, y sí por el de la derecha.
¿Cuál eliges?

jueves, 22 de julio de 2010

Creando mi nuevo mundo

Mi nuevo mundo es un mundo lleno de personas, no porque esté abarrotado de ellas, sino porque juegan un papel importante. Es un mundo “orgulloso” por su humanidad.
En este mundo las personas son distintas, individuales, personales. Cada persona se sabe única. Cada nacimiento enriquece en una medida inconmensurable y cada muerte es una enorme pérdida, pero todos asumimos que es parte del ciclo de la vida y sin muertes no podría haber nacimientos. Aun así, luchamos para retrasarlas porque cada minuto de vida nos permite la satisfacción de vivir en este mundo maravilloso y de compartir y ayudar a los demás en su avance por la felicidad.
Como decía, las personas son distintas y miran a los demás con curiosidad, con interés. Tratan de descubrir en ellos nuevas ideas, nuevos juegos, nuevas risas.
Cada persona se esfuerza por el bienestar de los demás. No es que ese bienestar de los demás condicione nuestras vidas, sino que hemos descubierto que es la forma ideal de alcanzar nuestra propia felicidad a la vez que construimos un mundo mejor para todos.
Cuando se analizan conceptos como la mentira, el rencor, la envidia, la avaricia, el egoismo y tantos otros que en algún momento perjudicaron las relaciones entre las personas, nos resultan incomprensibles. ¿Cómo es posible que esas cosas hayan podido vivir en el corazón de los seres humanos?
Cuando hablo con alguien, no podría encontrar ni un rastro de suspicacia. Además de porque no lo hay, también porque yo no lo busco. No quiero que mi propia suspicacia me impida recoger los matices de lo que me están comunicando. Pero también quiero querer al otro y ser querido, y para eso la franqueza y la limpieza de intenciones son mejores aliados.
Las personas tratan de realizar tareas útiles y de hacerlas bien, sin necesidad de justificar tiempos ni consecución de número de objetivos. Las personas se pueden dedicar a las tareas que más les satisfacen, y a hacerlas con todo el cariño del mundo. Así ampliamos los horizontes de las ciencias y las técnicas, hay capacidad de producción suficiente para los elementos básicos de subsistencia (comida, ropa, vivienda, etc.). El mundo laboral se compone principalmente de productores artesanos (aunque usan tecnología no son piezas de cadenas de montaje), docentes e investigadores. Las personas obtienen sus medios de vida de la comunidad, a la vez que revierten en ella todo el resultado de sus tareas.
El nivel de gestión y control que requiere la sociedad es mínimo, ya que está basado en la responsabilidad de los individuos.
En mi nuevo mundo hay blancos, mujeres, Pepes, rubios, negras, niños, altas, gordas, ancianos, mancos, Marías, vivarachos, recatados... Todos son igualmente distintos. No porque tengamos derecho a la individualidad, sino porque simplemente somos distintos, ¿por qué razón deberíamos enfrentarnos a la realidad y ocultar las diferencias? Además, yo no prefiero conocer a millones de clones míos, sino vivir millones de veces la aventura de conocer al quien puede descubrirte algo.
Los niños son acompañados por sus padres sin dejarles caer, pero soltando cuando ellos quieren dar sus pasos solos. Y crecen y viven con confianza en sí mismos, sin necesidad de muletas emocionales. Aunque si hay alguno que requiere más apoyo por cualquier motivo, todos se vuelcan en ayudarle.
En mi nuevo mundo no hay facturas, ni diligencias judiciales, ni tarjetas de presentación, ni programas de cotilleo donde se “despelleja” al vecino, ni políticos, ni diarios sensacionalistas, ni ofertas especiales, ni regateos,
En cambio sí hay música, espacios abiertos, zonas urbanas y zonas rurales, pero todas son lugares donde sentirse a gusto, tebeos, comidas exóticas, bibliotecas, películas...
No hay obligaciones ni derechos, ya que encorsetan nuestro pensamiento, actitudes, acciones... Sí hay un deseo franco de que los demás sean felices, por lo que la insatisfacción de los demás, genera un impulso de ayuda por parte de todos sin necesidad de normas que lo regulen.

sábado, 17 de julio de 2010

¿Está "escrito" todo lo que va a suceder?

Una de las grandes dudas... ¿las reglas que rigen la naturaleza determinan lo que ocurrirá a partir de unas determinadas causas? En ese caso, todo discurre por caminos trazados, e incluso nuestros intentos por salirnos de ellos serían parte de los mismos. Es decir, da igual lo que hagamos, puesto que todo ello ya estaba "decidido" de antemano (lo que nos llevaría a preguntarnos quién habrá decidido esas cosas, pero no es el tema de esta entrada).
En ese caso, nos faltaría conocer todas las reglas y todos los factores para poder hacer predicciones acerca del futuro. Parece que nuestro conocimiento parcial de esas reglas y factores apoyan esta teoría, ya que ahora podemos hacer predicciones con cierta probabilidad de éxito sobre facetas del mundo que conocemos razonablemente.
Entonces sólo nos falta aumentar conocimiento y capacidad de cálculo ¿no?

Pues no lo creo.
En este momento de la historia (muy breve, por cierto), estamos muy determinados por las tecnologías de la información, que discretizan y calculan ingentes cantidades de datos. Sin embargo la naturaleza no tiene ese carácter discreto, sino continuo. Y puesto que en cualquier intervalo de un continuo siempre podemos encontrar infinitos puntos, cualquier intento de medirlo es sólo una aproximación. Por tanto, nuestras predicciones se basan en conocimientos parciales (y casi con toda seguridad equivocados) con datos base aproximados. Por tanto, creo que nunca podremos alcanzar la certeza. De esto nos hablan principios de incertidumbre, dependencia sensitiva de las condiciones iniciales, etc.

Pero veamos un ejemplo: si yo hago una predicción acerca de la distancia que recorrerá una rueda al cabo de n giros (sin contar con factores adicionales como el desgaste u otros), la fórmula sería muy sencilla: 2*pi*r*n (siendo n el número de vueltas y el radio). Por tanto, para un radio 1 y 1000 vueltas, la distancia sería 6280. Pero si aumentamos la precisión de pi, podríamos calcular 6283.185308. No es una gran diferencia, pero la primera distancia no era cierta (y la segunda, naturalmente, tampoco). Si ahora aumentamos el número de factores (no sólo uno) y el número de iteraciones (no sólo 1000) nos encontraríamos que nuestra predicción tiene un horizonte de fiabilidad realmente limitado. Puede resultarnos útil hacer estas predicciones (de hecho lo es), pero también tenemos la certeza de que son erróneas y cuanto más número de iteraciones (normalmente más tiempo) y de factores influyentes, mayor será el error.

Otro ejemplo más fácil: un caminante en el desierto cojea levemente (inapreciable) de la pierna izquierda. Si no tienen ayudas de guiado, inevitablemente caminará en círculos. Los milímetros de desviación en cada paso, le llevarán a desviarse kilómetros de su ruta al cabo del tiempo.

Entonces, ¿Es nuestra vida una secuencia predeterminada? A la luz de expuesto, la respuesta parece ser "no". Es posible que a partir de una situación, haya un rango de efectos posibles, pero simple hecho de no poder determinar con precisión cada situación, hace que el futuro no pueda (aparentemente) estar predestinado, aunque haya relaciones causales entre antecedentes y consecuentes.

miércoles, 14 de julio de 2010

Dios y yo

Si yo tuviese que inventar un nuevo Dios, probablemente me saldría uno muy parecido al de la religión católica. No en vano, es la cuna de mi educación.
¿Y si yo fuese distinto y tuviese que inventarme un Dios... Cómo me saldría? ¿Distinto también?
¿Entonces la entidad "Dios" es una quimera que inventamos en cada sociedad y determina a las personas?
La verdad es que creo que sí.
Seguramente las personas hemos creado dioses a nuestra medida. Los dioses "humanoides" no responden a las preguntas básicas sobre el origen y el sentido de la vida, ya que esas preguntas son igualmente planteables a ellos mismos. Ahora bien, sí proporcionan bienestar, consuelo y un nuevo sentido a la vida (porque se lo damos nosotros).
Asumamos, como Platón, que vivimos en una cueva en la que sólo vemos las sombras de otros seres. ¿Es probable que ocurra algo así?
Creo que sí.
Nuestra vista es capaz de percibir sólo una fracción del espectro de radiaciones. Es ínfimo. Pero estas radiaciones probablemente sean sólo una fracción de los fenómenos naturales. Nuestra comprensión de la naturaleza probablemente sea tan pequeña, que no podríamos detectar formas de vida que estén junto a nosotros si no tienen una base bioquímica del tipo que nosotros conocemos (las que son como nosotros).
Si ponemos ratones en laboratorios para estudiar su comportamiento, ¿por qué razón nosotros estamos en la cima de la comprensión y del conocimiento y no somos tan ignorantes de nuestro entorno como lo son los ratones del laboratorio?
La razón me dice que lo más probable es que no estemos en la cima de la comprensión y el conocimiento, y que ignoremos la mayor parte (tan mayor como que el conocimiento de la naturaleza probablemente sea insignificante) de la naturaleza de la cual formamos parte.
Y entonces, ¿no hay Dios?
Francamente, no creo que haya un Dios "homoforme" como una entidad independiente de nuestras sociedades (aunque sí existan como producto de estas sociedades).
Ahora bien, sí hay formas de organización de los sucesos, la materia, la energía, las personas, etc., que implican causalidad (cuando ocurren A y B, probablemente ocurra C), y formas de organización de este tipo en los niveles de mayor abstracción y globalidad podrían constituir una idea plausible de Dios.
Un ejemplo donde notros somos Dioses: nuestras células se agrupan y organizan en órganos y el conjunto de órganos en un cuerpo completo en el que hay interacción, interdependencia y también independencia. Si nuestras células tuviesen conciencia y pensamiento, podrían fácilmente concebir que nosotros damos direccionalidad a su existencia: damos sentido a la misma, favorecemos unas condiciones u otras de existencia, decidimos acerca ellas, etc.
Del mismo modo, nosotros somos piezas de un entramado que se extiende fuera de nosotros: nuestros grupos sociales, la vida en nuestro entorno y nuestro planeta, etc. Todo ello tiene una normas que conocemos (y otras que desconocemos), pero que podemos esperar que razonablemente las cosas sucedan de acuerdo a esa normas (si soltamos una piedra, seguramente caerá al suelo).
Todo el entramado de leyes físicas, el mundo que nos rodea (la naturaleza, las personas, etc.) determinan un modo de funcionamiento de tal modo que se parece bastante en los efectos a la noción de Dios. Visto de este modo, Dios sería todo lo que nos rodea y nosotros mismos, pero no sería un Dios para nosotros, sino del que formamos parte.