domingo, 4 de diciembre de 2011

Con paso firme por la vida

Un hombre camina recto con paso firme por la vida. La vista al frente. Sin apartarse de su rumbo.
Su brújula le indica que no se desvía. Él sabe que debe continuar recto adelante para llegar a su objetivo. Lleva ya mucho tiempo caminando. No sabe cuánto le queda. No sabe bien qué habrá al final del camino.
El cansancio, el fortalecimiento de sus piernas, los callos y ampollas de sus piés le confirman que la distancia recorrida es grande. Pero todavía no ve la meta.
Cuando se detiene a mirar a los lados parece que siguiese en el mismo punto, pero sabe que no puede ser. Que con todo lo que ha andado, debe hallarse mucho más cerca de su destino.
Y vuelve a caminar, y caminar, y caminar...
Es inconcebible que pueda estar equivocado. Tanto tiempo y tanto esfuerzo deben haberle llevado muy lejos del punto de partida. Aunque no fuese hacia donde pretendía. Pero no puede seguir donde estaba.
Y sin embargo lo parece. Como si al andar no avanzase. Como si siempre tropezase con los mismos obstáculos. Como si diese vueltas en círculo.
Pero sabe que no es posible. Camina recto. Su brújula se lo asegura.
Lleva tanto tiempo caminando y es tanto el esfuerzo invertido. ¿Llegará alguna vez? ¿Dónde está el destino? ¿Muy lejos todavía? ¿Ha avanzado algo realmente? ¿Cómo puedo no avanzar si no paro de caminar recto?
Es como si estuviese en la rueda de un hamster, que corre y corre, pero siempre está en el mismo lugar.
Que siempre corre recto, pero siempre tropieza con los mismos obstáculos. Y siempre está en el mismo punto. Por mucho que corra.
Si efectivamente estuviese en la rueda, ¿debería salir de ella? Dentro de la rueda podría continuar su carrera hasta que se agoten las fuerzas. Sin desviarse y siempre recto al frente.
¿Y fuera? ¿Seguirá valiendo su brújula? ¿Hacia dónde deberá caminar? ¿Habrá un lugar por el que caminar?
Tal vez hacerse preguntas es malo, porque pueden llevar a más incertidumbre. Seguramente es mejor seguir en la rueda y no mirar a los lados para comprobar si avanza.
Pero lleva tanto tiempo caminando y parece que está en el mismo lugar...

sábado, 8 de octubre de 2011

Hombres y mujeres

Los hombres y mujeres  tenemos la capacidad de comunicarnos mediante las palabras, tanto de forma oral como escrita, a diferencia de las piedras, las nubes, las pulgas, los cardos, etc, que no pueden.
Las mujeres y los hombres tenemos manos con dedos prensiles, cabeza, piernas..., a diferencia del mar, las farolas, los perros, las chimeneas, las galaxias, etc., que no tienen.
Los hombres y mujeres habitamos en viviendas que en muchos casos cuentan con luz eléctrica, agua corriente, cuadros decorativos, televisiones, etc., a diferencia de los árboles, las montañas, las aceras, los osos, los tiburones, los glaciares, etc., que simplemente están donde les toca y aparentemente no son capaces de modificar tanto su medio ambiente.
Las mujeres y los hombres nos desarrollamos en el seno de una sociedad, adquirimos formación, desarrollamos un trabajo que nos proporciona remuneración para poder adquirir las cosas que necesitamos y/o deseamos a diferencia de los mosquitos, los coches, las ventanas, las acacias, los charcos, los lobos, etc., que si bien algunos pueden tener sociedad, es muy distinta de la nuestra.
Los hombres y las mujeres levantamos barreras que nos separan según nuestro sexo y posiblemente esto, que hacemos en común, sea lo más nos separe, a pesar de parecernos muchísimo más de los que nos diferenciamos.
Las mujeres y los hombres miramos al otro lado de la barrera, donde se encuentran las personas del otro sexo, con una mezcla de deseo y rechazo, atracción y recelo, compañerismo y desprecio, orgullo y envidia, curiosidad y miedo.
Los hombres y las mujeres hablamos de igualdad y somos distintos, aunque parecidos. Hablamos de igualdad y fomentamos la discriminación. Hablamos de igualdad y creamos la barrera que nos separa.

martes, 15 de marzo de 2011

¿Por qué muere el amor?

Esta entrada va dedicada a Paqui, que me planteó la cuestión.

En primer lugar será necesario decidir qué consideramos amor para poder saber si muere y por qué. Sin duda se trata de un concepto muy difícil de definir y, por otra parte, seguramente el concepto de amor difiere de una persona a otra. Y creo que la clave está en tratar el concepto que cada cual tiene del amor.
Seguramente hay muchos factores involucrados en el amor, pero podríamos definir cuatro factores que probablemente justifiquen la mayor parte del concepto de amor que cada persona tiene:

  • Deseo de bienestar para la persona amada: el grado en que deseamos que la persona a la que se ama se encuentre bien, sea feliz, etc.
  • Deseo de bienestar propio: el grado en que deseamos encontrarnos bien nosotros mismos y trabajamos por ello.
  • Deseo de hacer cosas para la persona amada: el deseo que tenemos de realizar actos orientados a la otra persona, tener interacción con ella, procurarle distintas cosas (satisfacción, bienestar, resolverle problemas, etc.)
  • Deseo de recibir cosas de la persona amada: el deseo que tenemos de que la otra persona realice actos orientados a nosotros, que tenga interacción con nosotros, procurarnos distintas cosas, etc.
Obviamente, cada uno de estos cuatro factores podrá tener un valor positivo o negativo, pero en este artículo hablaremos sólo de su lado positivo, ya que está orientado al amor y no al odio.
Si diésemos puntuaciones en cada uno de los cuatro factores para el sentimiento de amor que una persona tiene por otra, podríamos construir su "perfil". Estos perfiles pueden ser extremos y patológicos (o insanos) si están centrados sólo en uno de los factores. Por ejemplo:
  • Sólo deseo de bienestar para la persona amada y prácticamente cero en los demás: la persona se anula, cualquier posible satisfacción de la persona amada se considera buena con independencia de la procedencia, incluso a costa del bienestar propio. Es probable que no pueda aguantar indefinidamente una relación ya que uno mismo es parte de la misma y no puede subsistir sin uno de los protagonistas.
  • Sólo deseo de bienestar propio y prácticamente cero en los demás: si sólo se trata de satisfacer los deseos propios, se anula a la otra persona, que probablemente no quiera jugar ese papel indefinidamente y además, la relación no puede subsistir sin uno de los protagonistas.
  • Sólo deseo de hacer cosas para la persona amada y prácticamente cero en los demás: la relación será autoritaria y con imposiciones incluso a costa del sufrimiento de ambas personas. Uno de los dos en algún momento decidirá que la relación tiene que aportar satisfacciones, no imposiciones.
  • Sólo deseo de recibir cosas de la persona amada y prácticamente cero en los demás: probablemente siempre se considere insuficiente lo que se recibe del otro, y además probablemente tampoco sea satisfactorio, ya que no hay una autovaloración. A cambio de esa demanda constante hacia el otro, tampoco se entregará nada y el otro tampoco obtendrá satisfacciones. Tampoco es probable que perdure una relación.
Entre estos cuatro polos, hay una infinidad de posibles combinaciones, que darán lugar a distintos patrones. Pero para una relación de amor, son necesarios dos elementos, y probablemente sea más importante la complementariedad entre ambos que el perfil individual de cada uno (salvo los extremos patológicos)

En el siguiente gráfico vemos una relación descompensada, donde la persona "rojo" tiene un bajo deseo de bienestar propio, un alto deseo de bienestar del otro, un alto deseo de recibir y un bajo deseo de dar. En cambio "Azul" tiene un alto deseo de bienestar propio, un nivel medio de bienestar del otro, un alto deseo de recibir y un bajo deseo de dar:
Probablemente en esta relación rojo considere que el otro no le da lo que desea, mientras le demanda más de lo que quiere dar. Además con su bajo deseo de bienestar propio, probablemente lo que reciba le parezca insatisfactorio. Aunque le satisface cuando azul se siente bien. Azul también sentirá que obtiene menos de lo que desea y le piden más de lo que quiere dar. Además, como su deseo de bienestar de rojo es mayor que el que tiene rojo, probablemente se sienta frustrado al no poder ver a rojo satisfecho nunca. Seguramente el desequilibrio de ambos entre los deseos de dar y recibir cruzados vayan haciendo mella con el tiempo y al final el deseo de bienestar del otro se vaya reduciendo. Además azul probablemente se canse de la insatisfacción de rojo.

En cambio en una relación equilibrada (aunque cada uno de componentes non tenga un patrón igual), las cosas podrían ser muy distintas:
En este caso rojo desea estar bien y azul quiere que esté bien. Azul quiere estar bien y rojo quiere que esté bien. Rojo quiere dar mucho y azul quiere recibir. Rojo quiere recibir poco y azul quiere dar poco. Probablemente las expectativas de cada uno se vayan cumpliendo y la relación se sostenga.

En cualquier caso, los perfiles pueden ir cambiando con el tiempo para ambos componentes, aunque parece más probable que las relaciones descompensadas tiendan a descompensarse más hasta que se rompan y las compensadas a ir ajustándose cada vez más a medida que las expectativas de cada uno son más realistas.

Desde la perspectiva de este modelo, por tanto, el amor muere por unas expectativas descompensadas entre las personas presentes en la relación. Llevando el incumplimiento de esas expectativas y deseos a ir cambiando la propia naturaleza de la relación.

lunes, 28 de febrero de 2011

¿Por qué soy importante?

Habitualmente vemos muchas respuestas a esta pregunta: porque eres único, porque hay otras personas que te aman, porque eres un ser humano, etc. Pero, francamente, a mí no terminan de responderme acerca de mi propia importancia. Parecen más estereotipos. Todas las cosas de universo son únicas, otras especies pueden ser también dignas de respeto, etc.
Si buscamos un símil, podemos preguntarnos por qué un diamante es valioso y un guijarro no. La respuesta es obvia, porque el diamante es escaso y tiene unas propiedades atractivas o útiles, mientras el guijarro es muy común y sus propiedades son menos "especiales". Pero al final, es valioso porque debido a esas características alguien está dispuesto a pagar un alto precio de por el diamante que no está dispuesto a pagar por el guijarro. Es decir, el valor o su importancia estriba únicamente en que alguien (o muchas personas) lo consideran valioso.
Del mismo modo, las personas somos importantes porque alguien nos considera importantes. Sólo por eso. Ahora bien, podemos perseguir que los demás nos consideren importantes, lo que implica depender de ellos para obtener esa consideración o darnos importancia nosotros mismos, lo que nos permite controlar nuestros sentimientos y nuestra vida, ya que no necesitamos complacer a los demás para que nos halaguen.
Por tanto, yo soy importante porque decido serlo. Porque sin mí yo no sería nada. De hecho, desde mi perspectiva, el mundo ni siquiera existiría si yo no estoy.
Yo juzgo si las cosas del mundo, de la vida, me gustan, me parecen bien, me parecen mal, no merecen mi atención... Por tanto, yo decido parecerme bien a mí mismo. ¿Y por qué decido ésto? Porque lo contrario es garantía de infelicidad. Es decir, si quiero ser infeliz no tengo más que decidir que no me gusto y no soy importante. Y como yo prefiero ser feliz a infeliz, prefiero decidir que sí soy importante. Lo más importante del mundo, ya que soy el centro de mi perspectiva del mundo.
Sin embargo, esta visión que puede considerarse intelectualmente correcta, puede no estar bien establecida en nuestros sentimientos, ya que podemos estar pensando que cada cosa que hacemos o pensamos es incorrecta. Por ello, voy a preguntarme con cada pensamiento o sentimiento ¿Qué tiene de malo haber pensado o sentido esto?
Por ejemplo, si pienso que ahora me siento solo y nadie me comprende. ¿Qué tiene de malo haber pensado ésto? Nada. Es simplemente un pensamiento que ha pasado por mi mente. Si me preocupa estar solo puedo llamar a amigos, y si no los tengo, acudir a alguna actividad que me permita conocer gente o simplemente presentarme a personas que vea por la calle. Si nadie me comprende, puedo aprender a explicarme, o conformarme con comprenderme yo mismo, o decidir que lo que busco no es comprensión, sino aprobación y me basta con la mía. No he hecho nada malo por pensar eso y no haré nada malo si lo vuelvo a pensar. Yo puedo pensar lo que mejor me parezca. Y también puedo sentir lo que me parezca. Si quiero sentir lástima de mí mismo ¿qué? son mis sentimientos. Y si decido sentirme feliz ¿qué? son mis sentimientos. Nadie puede decirme si siento bien o mal, si son correctos o incorrectos. Eso no existe, por más que haya quien quiera imponernos cuándo debemos divertirnos, aburrirnos, sentirnos tristes, alegres, etc.
En conclusión, yo soy importante porque decido serlo, y eso me permite pensar, sentir y actuar libremente. Soy mi único juez relevante (aunque haya muchos más jueces que me quieran juzgar no tengo por qué acatar sus sentencias) y si quiero, puedo elegir sentirme mal, o bien, sin ningún motivo que explicar o justificar a los demás ni a mí mismo.

jueves, 24 de febrero de 2011

Para añadir al refranero

Quien confía en los tribunales
aún no conoce todos los males.
Quien confía en la justicia
hallará la desdicha.
Sólo puedes confiar en las personas de buen corazón
y alejarte de quienes siempre quieran tener razón.