miércoles, 6 de junio de 2012

Víctimas de la crisis


Un empleado de una corporación realiza prácticas que rayan la inmoralidad y en casos sobrepasan la legalidad para conseguir que su empresa cobre morosos o consiga mejorar sus activos. Otro es reacio a ese modo de trabajo que atenta contra contra sus principios fundamentales. ¿A quién despide la corporación en el próximo recorte de plantilla?, al mojigato.
En un bar, un empleado se muestra beligerante y exigente, mientras otro es sumiso y colaborador. El dueño despedirá al sumiso: menos problemas.
Y si seguimos nos encontramos con millones de personas que son más débiles en su relación con el sistema económico. Son pedazos de pan, incapaces de hacer daño a una mosca. Y son víctimas de su propia bondad, que se torna estupidez.
Por tanto, la crisis va arrastrando primero a esos corderos como víctimas propiciatorias y dejando a los buitres que se alimentan, e incluso engordan, en este ambiente de masacre.
Nuestra sociedad se divide en ganadores y perdedores.
¿Y cuál es la solución para que nuestra sociedad no pierda ese capital humanitario? No importa. La cosa seguirá avanzando hasta que llegue a los buitres. Cuando ese conjunto empiece a sufrir en carne propia los dolores de la carestía, empezarán a presionar para que las cosas se arreglen. Y será con esta llamada inconformista, que no acepta cualquier cosa ni a cualquier precio, cuando se pongan en marcha soluciones de verdad. Mientras tanto, habrá corderos que vayan al matadero sin mayores consecuencias.
Cuando los débiles puedan beneficiarse de la mejora, será una cuestión accidental. Habrán tenido la suerte de que en el proceso de proteger los intereses del fuerte, ellos han salido beneficiados.